Hay personas que tienen la capacidad de crecerse ante las adversidades (resiliencia), pero a veces, las circunstancias nos pueden sobrepasar, no siendo capaces de seguir adelante, como si nos hubiéramos roto y hubiéramos perdido la capacidad de superar el dolor, el cansancio que nos produce la vida.
Puede ser el inicio de una depresión, por causas externas o internas, o un cuadro bipolar en el que se alternan los períodos de manía (gran actividad, excesiva) y fases depresivas.
Yo suelo decirle a mis pacientes en consulta que la depresión es como si te hubieras caído a un pozo con paredes de arcilla húmeda: al principio tenemos vegetación para sujetarnos, pero el cansancio y la desesperanza nos puede hacer caer cada vez más, y en el pozo cada vez hay menos ramas donde agarrarse.
Ahí entramos los psicoterapeutas, en no dejar que el paciente caiga al precipicio del dolor, que sienta indefensión ante sus problemas, y les vamos confrontando con la realidad, ya que suele existir un pensamiento distorsionado que les lleva a ver sólo los aspectos negativos de la vida, le marcamos pequeñas tareas para que vayan "subiendo" por las ramas y enseñando trucos para revitalizarse, activarse, que será en cualquier caso el primer y necesario paso para la recuperación.
Es el propio paciente el artífice de su recuperación, los terapeutas sólo les guiamos en el camino, establecemos las pautas que deben seguir, las ramas a las que deben aferrarse, pero sólo de ellos depende su completa recuperación, en un trabajo con un inicio lento, durísimo, y una pendiente cada vez menos pronunciada, porque los pequeños avances son la principal motivación para continuar de los pacientes.