Los trastornos del estado de ánimo cursan con un cuadro de estado de ánimo deprimido. La persona siente que no tiene energía para enfrentarse a las tareas cotidianas, que ha perdido la ilusión, que el futuro no le parece algo gratificante.
Ante esta situación, en la que sus pensamientos son negativos, se añade la falta de energía, ganas de llorar, preocupación por su estado y cómo puede influir sobre sus allegados, y aunque intenta hacer esfuerzos por poner "al mal tiempo buena cara", a veces le es absolutamente imposible esbozar una simple sonrisa o emprender alguna actividad sin que suponga un sobreesfuerzo.
El pesimismo, los sentimientos de culpa, la desesperanza, el miedo se apoderan de la persona que no comprende en muchas ocasiones cómo "teniéndolo todo" se ve inmersa en esa sensación de tristeza.
Nadie está libre de pasar por un período depresivo, a veces simplemente por un estado anímico bajo, otra porque se suceden los problemas o simplemente porque las proyectos de vida no se asemejan a la realidad. En muchas ocasiones fluctuaciones en los niveles de los neurotrasmisores cerebrales responsables de mantener nuestro estado anímico, se descompensan y dan lugar a una mayor propensión a padecer un trastorno del estado de ánimo.
Cuando la persona se encuentra en este estado, necesita frecuentemente ayuda de un profesional: el cariño de los seres queridos, los intentos porque se anime le hacen padecer por no poder darles esa satisfacción, ya que lo que necesitan es una guía pautada, sosegada, de acuerdo a su estado para ir saliendo poco del punto en que se encuentra hasta volver a recuperar la ilusión por vivir, la fuerza que todos necesitamos para seguir avanzando día tras día, con nuestras penas y alegrías